Una característica central de la persona con un problema de dependencia emocional, es su baja autoestima: la persona no se valora a sí misma, por lo que en sus relaciones afectivas no elige a la persona, sino que son elegidas por otros, y en ese momento comienzan a sentirse atraídas: el hecho de que una persona “se fije en ellas” supone poner en marcha el mecanismo de la atracción.
La persona con una dependencia emocional no sigue las pautas de una relación afectiva sana y equilibrada, con un respeto al espacio individual: cambia el “yo” por el “nosotros”, viviendo por y para esa relación.
El dependiente no basa su relación en el amor, la confianza, el respeto o la aceptación del otro: en ocasiones no ama, simplemente necesita ser amada y así proyecta su amor; no puede sentir confianza hacia su pareja por el miedo a que ésta le deje (recordemos su problema de baja autoestima, por lo que en su mente, cualquier persona sería mejor que ella), no hay respeto, ya que el dependiente emocional invade de forma sistemática el espacio del otro, y por supuesto, no hay aceptación, porque lo único válido es vivir para y por ese amor (a ser posible con muestras continuas de que la llama sigue viva).
De esta forma, normalmente, la relación amorosa que genera un dependiente emocional está basada en la necesidad constante de señales de amor incondicional, y en muchas ocasiones, también muestras de que ella siente ese amor desmedido, que puede ser una elaboración mental para buscar que la otra persona sienta la obligación de corresponderle en la misma medida.
¿Manipulación? Yo no lo definiría así, ya que el dependiente emocional no es consciente de sus propias carencias como base del problema, tan sólo se sienten atrapados en esa necesidad enfermiza de ser amados.