Existen parejas que continúan dentro de una relación por intereses creados, por falsas lealtades, por motivos económicos o por miedo a la soledad.
Son compañeros de piso, aparentemente bien avenidos, normalmente impecables en sus relaciones sociales, demostrando ser una pareja perfecta, sin fisuras. Pero, dentro del hogar, y en ocasiones, restringiéndose al dormitorio (ese papel lo pueden mantener dentro de la familia si existen hijos), la realidad es más perversa.
MANIPULACIÓN DEL HOMBRE A LA MUJER
En estos casos las variables básicas que facilitan que un hombre pueda llegar a manipular a su pareja para que no abandone la relación:
- Haber adoptado un rol de incapaz de valerse en las tareas domésticas, lo que hace que la mujer vaya adoptando paulatinamente un papel de "madre" que le hace difícil abandonar a su pareja, ante la responsabilidad que se plantea el hecho de estar convencida que no podrá valerse por si mismo.
- El hombre adopta un papel sobreprotector, anulando a su pareja a lo largo del tiempo: él se encarga de las reparaciones del coche, los trámites y gestiones, es el que conduce... a pesar de que su pareja esté perfectamente capacitada para realizar estas funciones, el hombre ha ido minando su confianza bajo la premisa "yo soy más eficaz", por lo que poco a poco la mujer se siente incapaz de manejarse en la vida, con lo que le cuesta plantearse la posibilidad de hacer frente por ella misma a este tipo de tareas.
- El hombre lanza mensajes a su pareja respecto a la dificultad que se le planteará a ella poder establecer una nueva relación. Comentarios respecto a su edad, aspecto físico, responsabilidades respecto a los hijos y falta de tiempo, pueden ir haciendo mella en su pareja, llegando al convencimiento que "más vale bueno conocido que malo por conocer"
MANIPULACIÓN DE LA MUJER HACIA EL HOMBRE
Este tipo de manipulación, desgraciadamente, suele tener como base a los hijos: el convencimiento de que su pareja se quedará dentro de una relación acabada por el bien de los niños suele ser utilizado con demasiada frecuencia. Básicamente, la manipulación de la mujer hacia el hombre suele tener estas variantes:
- Provocar la necesidad de protegerla. Evolutivamente estamos preparados para tener un rol definido (reforzado socialmente): "el hombre es el fuerte y la mujer necesita protección". No es casual la preferencia del varón por los rostros aniñados y de ojos grandes: inspira ternura y la necesidad de proteger. Esta es una baza muy importante a la hora de mantener a la pareja dentro de la relación: dar la sensación de incapacidad, de que la vida se hundirá, que no podrá superar la ruptura, que no hay futuro.
- Manipulación por medio del reclamo sexual: ni siquiera es algo consciente por parte de la mujer (en muchos casos). Retener a la pareja por parte del sexo es una práctica que no se da por igual en ambos miembros de la pareja, es más utilizado por la mujer, que en ocasiones, cuando ve el distanciamiento afectivo y también sexual, intenta un acercamiento (aunque anteriormente hubiera provocado el alejamiento por sus negativas a una interacción sexual)
NOTA
Estos tipos de manipulación, no son los únicos, simplemente son los más frecuentes (al menos desde mi experiencia como psicoterapeuta). En prácticamente todos los casos, la persona objeto de manipulación acude a consulta por problemas diferentes, aunque este sea la raíz: depresión, falta de ilusión por la vida, ansiedad y sentimientos de culpa.
Analizadas las causas, y casi siempre relacionado con "la culpa", aparecen problemas de relación y la persona verbaliza lo que el otro miembro de la pareja le ha ido inculcando como una realidad, perdiendo su capacidad de discernir entre lo que es una relación acabada y un problema de responsabilidad personal.
Por otra parte, la utilización de los hijos como argumento de permanencia (en este punto habría que considerar también al hombre que por miedo a las consecuencias económicas o a la pérdida de los hijos decide seguir dentro de una relación) produce efectos a la larga mucho más indeseados que la ruptura sana: los hijos de padres que viven en una relación distante y políticamente correcta pero llena de reproches subyacentes, son menos hábiles mostrando sus emociones, más fríos afectivamente y crecen dentro de relaciones familiares basadas en cánones y normas socialmente aceptadas, pero carentes de la calidez de una relación basada en el amor, el respeto y la confianza.