Existen factores personales y ambientales que pueden llegar a desarrollar una personalidad dependiente.
Un niño tímido, sumiso, siempre pendiente de la aprobación de sus mayores, que no goza de una cierta autonomía y no se le permite explorar el mundo o se le hace ver como algo lleno de peligros, suele ser más propenso a buscar desde la adolescencia una persona para compartir su vida. No se cuestiona ni analiza el concepto de felicidad o plenitud, es la seguridad el factor que guía sus motivaciones.
De esta forma, una persona que no ha gozado de una infancia rica en experiencias, en la que se le estimule a aceptar retos o tomar decisiones, es probable que sienta "miedos" y la seguridad sea el elemento primordial en su relación.
Ante esta situación, la persona no guía sus decisiones por su propia felicidad, ya que su concepto de felicidad no es crecimiento personal, es "estar junto a la otra persona", que le guíe, que esté ahí cada día, que impida que experimente el terror de la soledad.
Suelen ser personas con una baja autoestima, no creen en sus propias posibilidades de labrarse un futuro satisfactorio, de poder hacer aquello que les guste o proporcione una sensación de realización personal. Viven en un mundo en el que predomina el miedo a la soledad.
La terapia con estas personas suele tener comienzos duros. El miedo les atenaza y el escepticismo sobre su propia capacidad de ser autónomos y a la vez felices, les supone una barrera difícil de derribar. Igualmente son relaciones terapéuticas que hay que manejar con cautela, dada la predisposición de estas personas a "engancharse" a las personas, confundiendo la figura de un terapeuta con la de un amigo o una persona que le va a ayudar en cualquier tipo de cuestión o situación. Son muy demandantes y cuando reciben un "no" por respuesta, pueden actuar sintiéndose dolidos e incomprendidos.
Sin embargo, al igual que complicada, la terapia suele ser muy gratificante. Trabajar la autoestima, buscar junto al terapeuta pequeños retos de "autonomía y disfrute personal" y ser capaz de afrontar con éxito los retos, les suele hacer llegar a un nivel de autoconocimiento y autoconfianza que les abre un mundo nuevo de experiencias personales y sobre todo, respeto hacia ellos mismos.